“PA´BERNOS MATAO”

Pongo una frase típica de un amigo para encabezar esta entrada, pues un aspecto ineludible del automovilismo de competición es el enorme peligro de sufrir un accidente. Yo lo comprendo perfectamente, pues para una de las pocas veces que cojo el coche, voy y lo rozo contra una columna del garaje. Para mí que se movió arteramente, pero la gente no me lo cree y eso que saqué el carnet a la primera, lo cual, dicho sea de paso, es mi máximo logro en el mundo del motor. Bueno, igual debo contar también que he completado el Mario Kart con todo victorias. Potencialidad hay, como se ve, aunque no se me quita tan fácil el recelo con el que miro a la columnita de marras. Y no me debería sonrojar pues hasta los mejores conductores han tenido graves percances, alguno de ellos fatales. Por ejemplo Giussepe Campari, brillante ganador de la Mille Miglia, en el circuito de Monza pisó aceite y se estrelló. Con él otros tres pilotos. Murieron Campari y otro conductor, salvándose los otros dos. Pero la carrera continuó, ya que estábamos en 1933 y entonces no tenían tantas consideraciones como ahora. Sin embargo, como no hay dos sin tres, un rato después murió un tercero… en el mismo sitio, lugar digno de estudio por Prevención de Riesgos Laborales. Esto es solo un ejemplo de lo que puede ser el precio de ir quemando rueda como locos. Que se lo digan a Ayrton Senna, Gilles Villeneuve, Ronnie Peterson o Tom Pryce, que ya quisieran tener como máximo incidente un roce con una columna. No obstante quiero acabar en positivo y yendo a la foto, el piloto Nigel Corner, que es ese que veis saliendo por el ídem, sobrevivió a este accidente. Tampoco debería sorprender a nadie pues la competición en que se produjo se llama Woodgood Revival. Más claro no podía estar. 



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