BARAKALDO CINEMATOGRÁFICO

Los que somos cinéfilos, aunque sea de cuarta categoría como es mi caso (ya que me he propuesto ver una gran obra todas las semanas, pero indefectiblemente acabo dormido), tendemos a ver referencias cinematográficas en cualquier lado. Es más, no solo soy cinéfilo, sino que también soy actor frustrado. ¡Efectivamente! Cuando tenía veinte años, donde yo estudiaba convocaron un “casting” para una película de Montxo Armendáriz (“27 horas”). Había que llevar un traje de baño, que yo llevé puesto de casa pues tampoco era cuestión de desnudarse por exigencias del guion antes de estar contratado. Cuando llegué, miré de reojo a los contrincantes, otros tres estudiantes, entre los que uno llamaba la atención por su cabello rubio. Allí había un serio rival. Llevaríamos esperando una media hora cuando salió un chico y nos dijo: “No va a venir nadie.” Así, de esta forma tan poco noble acabó mi incipiente carrera cinematográfica (y la del rubio). Tampoco sé si hubiera dado el perfil, pues era una película de drogadictos y todavía no he probado mi primer porro. No obstante, la que de verdad salió perdiendo fue Maribel Verdú, que por este fiasco no ha llegado nunca a conocerme, y mira que le hubiera dado facilidades… pues era la protagonista de la película, no por otra cosa.

Dicho todo lo anterior, uno tiene la sensación de que su pueblo, Barakaldo, es un gran plató de cine. Por de pronto, suelo coger el tren de cercanías para ir al trabajo en la estación que salía en aquel otro gran film de Eloy de la Iglesia, “El pico”. “¡Hala, otra vez una de drogadictos!”, dirá algún envidioso. Bueno, igual no era tan gran película, pero sí una de las más afamadas de lo que llamaron “cine quinqui”. ¡Y con esto que nadie se atreva a insinuar ninguna remota y caprichosa asociación entre Barakaldo y los quinquis, por favor! A Barakaldo hay que asociarlo al gran Cine, con mayúscula, y para ello voy a poner unas instantáneas que así lo prueban, en las que, en lugares reales de mi localidad natal, salgo yo emulando nada menos que a Bogart, John Wayne o Morgan Freeman y no se nota apenas la diferencia, sobre todo con este último.
 Veréis en las fotos que el cine engaña mucho (tanto que hasta John Wayne sale más guapo que yo, y es a la inversa).
(Escrito originariamente en 2018).



Recientemente ha cambiado el cartel.




El hombre tranquilo, de Ford. No tenía visera y tuve que improvisar con una gorra poco noble. En la realidad no tengo tanta papada, conste.




Aquí está claro, como ya he dicho, que al que más me parezco es a Freeman. Los demás tienen otros registros diferentes.


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