Un 11 de septiembre, pero de 1944, la alemana ciudad de Darmstadt fue
bombardeada. Menos del 25% de los edificios quedaron en pie. A pesar de los
daños, algunos de ellos irreparables, se salvo una significativa porción de la
colonia de artistas de la colina de Matilde (Mathildenhöhe), construida en torno
a 1900. Algunos despropósitos en las rehabilitaciones de los edificios también
hicieron mella en el conjunto, pero lo que quedó siguió mereciendo la pena.
Todo había comenzado cuando Ernst Ludwig, Gran Duque de Hesse y nieto de la
Reina Victoria, con buen criterio y con la secreta intención de salir en este
blog más de un siglo después, llamó a unos cuantos artistas y les dejó vía
libre para explayarse en la citada colina. No os sorprendáis, pues aunque eran
alemanes, estos, cuando dejan de hacer tornillos, entre cerveza y cerveza,
también se pueden poner sensibles.
En los países de habla germánica, molaba en aquella época el Jugendstill (también
llamado estilo Secesionista), que era la variante alemana del Modernismo. Así que
Ludwig llamó a uno de sus mejores arquitectos, Joseph María Olbrich,
completando la alineación con otros artistas como Peter Behrens, que construyó
allí su primera casa (y en cuyo estudio luego trabajaron Le Corbusier, Gropius
o Van der Röhe –mejóralo si puedes-), que constituirían algo así como una
delantera con Zarra y Gaínza en versión tiralíneas. No tardaron las líneas que
trazaron en materializarse transmutando ladrillo, acero, cerámica o madera en
un bonito conjunto de edificios, imprescindible a todo aquel que le guste algo la
arquitectura. Por eso, no es de extrañar que hace unos dos años, ya hiciera una
entrada al respecto en mi muro de Facebook, insinuando poco sutilmente que yo me
considero un aficionadillo (o aficionaducho, si lo prefieren) al arte de Gaudí
y compañía.
Por fin, en julio de 2021, la Unesco, que igual lee mi Facebook, sin
citarme, ha declarado Patrimonio de la Humanidad a la colonia de artistas de
Mathildenhöhe. En principio es una gran noticia y esperemos que sea para bien,
pues hasta ahora se podía ver casi en soledad y en total tranquilidad. Pero, no
sé por qué, ya me imagino pululando por allí a familias con el típico niño llorón
que tiene hambre y quiere una salchicha que le sacie, mientras el padre le
agarra del brazo según se mete justo en la foto que otro paciente turista acaba de sacar.
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Estado en que quedó Darmstadt después del bombardeo de 1944 |
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Detalle de los daños recibidos en el Mathildenhöhe |
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La Torre de las Bodas (de Olbrich) y la Capilla Rusa (debido a que la zarina era de Darmstadt), iconos del Mathildenhöhe. |
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Frente de la capilla rusa, mandada hacer por el propio Zar Nicolás II (si no me equivoco). |
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Airosa Torre de las Bodas. |
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Uno de los mosaicos de la entrada de la Torre de las Bodas, obra de W.F. Kleukens |
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Una de los relieves de Bernhard Hoetger en el Platanenheim. |
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Madre e hijo, de Bernhard Hoetger |
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Casa Gluckert, de Olbrich. |
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Casa Gluckert, de Olbrich. |
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Otra vista. |
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Detalle de la puerta. |
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Fuente en el exterior de la casa de Olbrich. |
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Bonito forjado, en la propia casa que se hizo Olbrich para él. |
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Espectacular casa Ernst Ludwig, que es obra de Olbrich también. Era la sede de los artistas. |
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Adán, de Ludwig Habich. |
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Detalle de la entrada de la Ernst Ludwig Haus. |
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Casa Gluckert pequeña, de Olbrich. |
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Otra vista de la casa Gluckert. |
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Pabellón de jardín de Albin Müller. |
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uerta de la Gluckert Haus. |
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Casa de Peter Behrens. Fue su primera obra, concebida como arte total, pues todo era diseño. El interior se perdió en la guerra. |
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Al menos, por fuera parece bien restaurada. |
Gran reportaje Iñaki de una ciudad completamente desconocida para mí....
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