BATH (SOMERSET, INGLATERRA). PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Habiendo iniciado con el Mathildenhöhe de Darmstadt la temática sobre el Patrimonio de la Humanidad, hoy nos vamos a Bath, de donde, con seguridad, saldremos bien aseados. Pero antes de la salida siempre está la entrada. Nosotros, provenientes de algunas de las familias de currelas de mayor abolengo de Barakaldo y gozando de gran predicamento en el portal de nuestra casa, llegamos a la localidad balnearia como unos señores, por la línea ferroviaria de la Great Western Railway, construida hace más de ciento setenta años por Isambard Kingdom Brunel. Nos alojamos en un hotel construido hace más de doscientos años (y que no habían pintado en los últimos cincuenta). Visitamos sus calles georgianas de casi trescientos años y entramos a sus termas romanas de dos mil años y que dan tan limpio nombre a la ciudad. Nunca me había sentido tan joven (en comparación) y eso que los de los nacidos en los sesenta empezamos a ser talluditos.

En efecto, ir a Bath rejuvenece -y no solo porque esté bañado por el Avon, con evidentes efectos dermoestéticos- pues es un viaje al pasado inglés, tan conocido por los ingleses (aunque yo me he ido enterando algo “in situ” y luego en casa). Aquí lo victoriano es reciente, pues lo que pita es lo georgiano, es decir, lo construido en el reinado del abuelete de Victoria, Jorge III. Además, como está todo casi intacto, la ciudad entera es, como ya hemos dicho, Patrimonio de la Humanidad. Eso sí, menos mal que no preguntan a toda la Humanidad, porque si para mí era un conjunto muy íntegro e interesante, para mi mujer no merecía otro calificativo que el de rancio (y no voy a decir en caso de empate qué opinión prevalece). Se ve que ella, más que de Avon, es de las cremas del Mercadona. Pero como la democracia es un gran invento, ahí van las fotos que he seleccionado y que opine el pueblo. Eso sí, cuando acabéis con Bath, tirad de la cadena (chiste, que ofrezco como bonus por el mismo precio).


Centenaria estación de Bath Spa, de la línea Great Western Railway, punto de entrada y salida de nuestro viaje.

Abadía de Bath, con su torre de 49 m. 


El mercado cubierto de Bath es de lo más nuevo que encuentras en el centro. Solo tiene 150 años.


Puente de Pulteney (propenso al chiste facilón) sobre el rio Avon (el de las distribuidoras de tal nombre), uno de los iconos de la ciudad.


El toque retro es evidente.

Pasillo por el que salen los jugadores de rugby de Bath. Lo curioso es que dicho estadio tiene un lado sin construir. Es que allí se toman las cosas con tiempo...


Partido de cricket del Bath Cricket Club, en un campo que poco ha variado en los más de ciento cincuenta años que tiene.


Vista general desde el puente sobre el Avon que estaba junto a nuestro hotel.


Hotel, el nuestro, en el que vivió Wordsworth, el Bécquer inglés, por resumir. Añado que un poeta que se llama Wordsworth (el valor de las palabras) es algo absolutamente coherente. Es más, el apellido te empuja a la actividad literaria, sin duda.

The Circus, una plaza conformada por tres secciones como la que veis, haciendo un círculo completo, propiciando que un avispado inglés diera dicho nombre a la plaza. Obra de Juan Madera e hijo (John Wood and son, para los locales).


Detalle de la señorial entrada a una casa del Circus. Tenían la entrada sin barrer, seguramente se trataba de una familia venida a menos, sin servicio.


Diagonal de chimeneas georgianas, como se ve a simple vista.


Royal Crescent. ¿Os sorprendo si os digo que también son obra de John Wood y su heredero?


Parque Royal Victoria, inaugurado por la futura reina Victoria cuando era niña. La costumbre de inaugurar cosas por los reyes viene de lejos.

Esta casa me gustó. Diría que le falta una carroza aparcada, pero nos vamos a conformar con esa colorida furgoneta.


Aquí vivió la escritora Jane Austen, la de Sentido y sensibilidad. Yo era más de Agatha Christie (es decir, que no he leído nada de la Jane, nombre que reservo para la mujer de Tarzán).


Estos salieron de expedición al África tropical cuando inauguraron el parque Victoria y volvieron en agosto del 2019. Entre medias Inglaterra ha convulsionado con cosas tan gordas como dos guerras mundiales y el invento de la minifalda por Mary Quant. Aún así, no vieron nada cambiado a Bath, según comentaron al llegar a casa.


Hasta las tiendas mantienen unicidad con la ciudad. Alguna que yo conozco decía: "Esto necesita una renovación".


Galerías construidas en mitad del siglo XIX, aunque ya veis que te hacen el corte tradicional... ¡turco!

Pieza romana exhibida en las termas con el peinado turkish traditional, tan habitual en Bath.


Las termas romanas. No vi rastro de moqueta en los baños. Por eso se dieron cuenta de que no eran inglesas-inglesas.


Hasta algunos anuncios se han quedado anclados en el pasado. 

Pero la modernidad por fin llegó a Bath. El edificio de ladrillos rojos fue la factoría de Charles Bayer (no confundir con Boyer) que, construida en 1892, fue la primera fábrica de corsés de Inglaterra. Bath fue la primera ciudad fuera de Londres en tener una compañía de electricidad, y Bayer fue el primer edificio con luz eléctrica. 

Acabamos muy arriba, pues en este taller William Herschel construía telescopios y en el jardín contiguo descubrió el planeta Urano y más de 2500 objetos estelares con ellos.



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