EL TURISMO FUE INVENTADO EN BARAKALDO

Enfrente mismo del lugar en el cual los nazis quemaron los libros en la Noche de los Cristales Rotos, se alza como potente contrapunto la universidad de Humboldt (asociada a lo más granado de la ciencia universal, como Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Haber, Plank y otros muchos), cuya entrada está flanqueada por dos estatuas, las de los hermanos Wilheim y Alexander von Humboldt. Era verano de 2008 cuando paseando por la berlinesa Unter den Linden llegamos a ese lugar. Nos detuvimos delante de la estatua de Wilheim y engolé la voz buscando sorprender: “Ese estuvo en Barakaldo hace un par de siglos”. Bueno, pues a pesar de todo tampoco puedo decir que mis acompañantes saltaran de alegría. Si unos de Barakaldo estaban en Berlín, tampoco era tan raro que uno de Berlín fuera a Barakaldo. Hasta empiezan por B las dos.

El caso es que pudiera parecer que el mayor de los Humboldt, excelso visitante de nuestra localidad a principios del XIX, y su hermano, que ha dado nombre a una famosa corriente, fueran los prototipos de pioneros turistas, precediendo en dos siglos a todos esos compatriotas alemanes que van en masa a la Costa del Sol o a Mallorca. Pero con todo el respeto del mundo, respecto al turismo a los de Barakaldo pocas lecciones nos pueden dar esos teutones. Ya en casa, decidí aplicarme en poner las cosas en su sitio y qué mejor que la historiografía para compensar las lagunas (más bien mares) que uno tenía respecto a aquel tema. Así, cogí mi ejemplar del “Compendio de la historia de Bizkaya” (sic) de Labayru y Herrán y me puse a buscar unos datos en los que sustentar mi tesis. El primer aldabonazo lo encontré en la página 155, en la reseña del año 1495, donde aparece el siguiente texto:

“Con Gonzalo de Córdoba en Italia se halló en la batalla de Semenarra (Seminara) el caballero bizcaíno Gil de Baracaldo al frente de cien lanzas.” Sí, ya sé que no fueron a tomarse unas birras, ni siquiera a comprar unas napolitanas como hubiera sido lógico, pero es que eso del turismo necesitaba ajustar algunos conceptos. No obstante, aquel histórico pasaje podría ser considerado como una especie de primitivo viaje organizado, siendo el responsable del turoperador el Gran Capitán, con amplio prestigio en varios países de Europa.

Unos pocos años más tarde, el descubrimiento de América introdujo nuevas y enormes posibilidades de ampliar horizontes. En 1513, Vasco Nuñez de Balboa, que no era vasco, descubría para Occidente el Mar del Sur (el Océano Pacífico) acompañado de otros que sí eran vascos y, cómo no, allí estaba uno de nuestro pueblo. Así lo dice Labayru en la página 174: “Los bizcaínos Antonio de Baracaldo y Pedro de Orduña se hallaron con Vasco Núñez de Valboa en el mar del Sur, que recibió el nombre de golfo de San Miguel…”

Efectivamente, ya sé lo que estáis pensando. Estamos en esta ocasión ante un claro precursor del turismo de playa. Me imagino el sol del trópico, unos arenales salvajes, a las aborígenes en top less… Realmente solo les faltó que pusieran un chiringuito para lograr anticiparse más de cuatro siglos. ¡Si hasta al lugar ya le habían dado nombre de cerveza! Lo que pasó es que no se centraron, pues estaban empeñados en traer oro (supongo que a modo de souvenir), y aunque lo tenían a huevo, el invento no prosperó.

Pero claro, a uno de Barakaldo eso de ir a la playa se le quedaba pequeño. Teniendo la de Portugalete a unos kilómetros de casa, tampoco merecía la pena irse tan lejos solo para darse un chapuzón. Se imponía una empresa de un poco más de fuste. Así, con un par, otro de Barakaldo se fue a dar la vuelta al mundo. ¡Qué menos a estas alturas de la narración! Como no quería ir solo y probablemente era menor de edad, se embarcó en una de aquellas cinco naves que fletó Fernando de Magallanes en 1517. Ríete de los viajes del Inserso pues, de todos aquellos que salieron (234), unos doscientos entregaron la cuchara sin haber vuelto a casa. Solo el de Barakaldo, Juan de Zubileta, y otros diecisiete llegaron a Sanlúcar habiendo dado la vuelta a esta patata en la que vivimos. Lamentablemente, el mayor mérito se lo dieron a Elcano (que inició la singladura en otra nave, no como nuestro Juanito, que perteneció desde el principio a la tripulación de la nao Victoria). Así lo citan en la página 181 del “Compendio” al referirse a los supervivientes de la expedición: “…y el paje Juan de Zubieta, natural de la anteiglesia de Baracaldo, también perteneciente a la dotación de la nave “Victoria”. Estas localidades bizcaínas deben gloriarse de ello e inscribir sus nombres para perpetua recordación de estos héroes que yacen olvidados en su tierra”.

Después de todo esto, ¿qué nos queda como reto? Yo diría que para estar a la altura de los anteriores lo siguiente tendría que haber sido el viaje a la luna. Tristemente tengo que informaros que Neil Armstrong no era de nuestro pueblo, sino de Wapakoneta. ¿Fue la vergüenza que le generaba el nombre de su lugar de nacimiento lo que le hizo huir tan lejos? No lo sabemos, pero con su deplorable (no cabe otro adjetivo) actitud rompió nuestra impresionante racha. La única manera de compensarlo que se me ocurre es metiendo en el primer cohete que salga para Marte a alguno de Retuerto o Cruces, con esa preparación que solo puede dar el haberse recorrido cientos de veces la recta de Ansio en sus idas y vueltas a Zaballa. Ahí lo dejo para que vayáis pensándolo.

Pongo unas fotos ilustrativas, todas mías, que sin imágenes algunos no lo leerían.

Estatua en Barlin de Wilhelm von Humboldt, que estuvo en Barakaldo a comienzos del siglo XIX.


Zubileta, Barakaldo. De aquí salió Juan, el que dio la vuelta al mundo .Desconozco si esta construcción ya estaba en su época, pero ahí le andaría.


El Gran Capitán, homenajeado en su Montilla natal. En Barakaldo, Juan de Zubilteta no tiene ninguna estatua.

Vasco Núñez de Balboa, homenajeado en su Jerez de los Caballeros natal.

Réplica de la nao Victoria, en Santurce, hace unos años. En ella iba Juan.

Placa en el monumento a Elcano en Getaria. Aparece como Juan de Cubileta.









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