TARDE OTOÑAL EN BARAKALDO

Decíamos el otro día que la luz del otoño es muy atractiva y, aunque no sé hasta qué punto varia su longitud de onda, sí que tiene una evidente componente melancólica que no se percibe en otros momentos del año. Si a eso le añades que estás al comienzo de la tarde, que no deja de ser el otoño de cada día, el citado efecto se multiplica. Y si, además, el paisaje urbano es salpicado de una buena colección de árboles y la práctica ausencia de personas aumenta la sensación de tranquilidad, quedan unas estampas que serían del agrado de cualquier entusiasta acuarelista, que bien se pasaría unas horas trasvasando esa imagen de la realidad a su papel. No será el caso, pues a pesar de tener la misma caja de acuarelas desde los doce años, no he malpintado más de dos o tres hojas. Por el contrario, me han bastado unos segundos para sacar con el móvil estas precipitadas fotos en la Ciudad Deportiva, aproximadamente a las cuatro y media de la tarde. Seguramente podía haber hecho un mejor ejercicio compositivo, pero para certificar lo que he dicho más arriba creo que es suficiente.







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