EXPEDICIÓN TXIMIST AL EVEREST DETRÁS DEL ESCAPARATE.


Las sorpresas positivas alegran la vida. Solo hay que ver la felicidad de los niños, que tienen todo por aprender, y cómo se emocionan cuando descubren el funcionamiento de algún mecanismo o encuentran inesperadamente algo que resulta de su interés, por poner un par de ejemplos. Para ellos casi todo es sorpresa y por eso viven con tanta propensión a estar contentos. Pues resulta que esta semana me he sentido como uno de esos niños, aunque ya no cuele mi cara como la de un tierno infante.

Una tarde, después del trabajo, dimos una breve vuelta por Bilbao para ver la iluminación navideña, antes de que el precio del kilovatio hora la convierta cualquier día en parte nostálgica del pasado. No soy persona de mirar escaparates, pero hete aquí que me fijé en uno en el que veo parte de un equipo de alta montaña. Me acerco y resulta que, dando un salto en mi mente de más de cuarenta años, salen de mi corteza cerebral y en este orden las palabras ”expedición”, “Tximist” y “Everest”, pronunciada esta última en esdrújula, que era como yo lo decía a los doce años. Delante de mí estaban recuerdos de la fallida expedición del año 1974 al techo del mundo. También había objetos -alguno muy importante- de la exitosa ascensión de Zabaleta de 1980. Pero a mí me hizo más ilusión -como diez veces más- la de la Tximist. A estos les faltaron unos cientos de metros para coronar y tuvieron que bajarse cuando la cosa se estaba poniendo fea. La pregunta que yo mismo me hice es por qué esa diferencia en mi valoración, demostrada en la cantidad de fotos que hice a una y a otra y en el propio orden en el que las hice. No me ha costado mucho el análisis. La razón básica es que, para mí, los héroes derrotados son más héroes. Todos, incluso los más ajenos a comportamientos heroicos, somos muchas veces perdedores en la vida. Al menos, más de las que nos gustaría. Y cuando esos perdedores se han quedado a las puertas de la grandeza, resultan más perdedores todavía y, yo al menos, me identifico más con ellos. Por ceñirnos a la temática de hoy, recuerdo mucho más a Irving y Malory en el Everest, a Apellániz en el K2, a Scott en la Antártida o al mismo Amundsen cuando dejó su vida en el hielo polar en el intento de rescatar a su contrincante Nobile. Podíamos decir que todos estos alcanzaron la derrota y la gloria al mismo tiempo. Los buenos de la Tximist no se dejaron el pellejo en el intento, afortunadamente, pero eso de quedarse a tan poco de su objetivo, esa fatalidad de 400 metros imposibles hacia la cima, les hizo alojarse hibernando varias décadas en mi cerebro. La luz del escaparate provocó el fin de tan largo vivac y, a cambio, estas son las palabras que me ha sugerido.

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