VESTIGIOS DE UNA ÉPOCA INFAME
Me suele gustar poner cosas en tono de humor. Hoy no va a ser el caso, como veréis. Afortunadamente, ninguno de nosotros lo vivimos, pero a finales de enero de 1933 subió Hitler al poder, es decir, hace ochenta y nueve años justos. Y ese adjetivo, justo, no parece propio para calificar el régimen que aquel señor con bigote instauró. Pero es que uno de los aspectos más inquietantes de aquella locura que recordamos aquí, es que consiguió el poder democráticamente, en un país en el que cuando Beethoven era niño ya había educación obligatoria (aunque no sé si en todos los estados que luego conformaron Alemania). A la gente le dijeron lo que quería oír, se les dio trabajo, comodidades, vacaciones y se les lavo (o se dejaron lavar) el cerebro. Menos de dos meses después, en marzo, ya habían establecido el primer campo de concentración, Dachau, al lado mismo de Munich. A partir de ahí, empezó una terrible carrera que finalizaría con aquel disparo en la Cancillería mientras los rusos entraban