OPERACIÓN BIKINI
Mis padres se casaron en el año 1964, el 1 de mayo (eso sí era celebrar como correspondía el día del trabajador). Se fueron de viaje de novios a Benidorm, hacia donde salieron tres autobuses llenos de recién casados (59 parejas casadas el día 1 y otra que se casó el mismo 2, día de la salida), siendo todo organizado por la Caja de Ahorros Vizcaína, en lo que se llamó Operación BB, de Bilbao-Benidorm. Anticipo, antes de que nadie haga un chiste, que yo no nací de las consecuencias de dicho viaje, sino de la particular operación bebé (Barakaldo-Barakaldo) que se organizó en casa de mis padres meses después. El tema es que en la localidad alicantina les recibieron con fuegos artificiales y todo, pues Benidorm estaba en plena promoción turística. De hecho, allí acababa la Vuelta de 1964, en las mismas fechas en las que ellos llegaron. ¿Me viene de ahí mi afición al ciclismo? No sé.
El artífice del proyecto que cambió para siempre aquella localidad fue el entonces alcalde, D. Pedro Zaragoza (así le llaman mis padres), que también recibió en persona al, llamémosle, cuerpo expedicionario. Resulta que este hombre, que no parecía hacerle muchos ascos al régimen, pensando en la proyección de su pueblo, se había empeñado ya en los años 50 en que en las estupendas playas de su localidad pudiera utilizarse el bikini, algo impensable en los usos sociales del momento. Los reaccionarios no tardaron en movilizarse y fue denunciado por las autoridades del Régimen y, sobre todo, por el Arzobispo de Valencia, que le abrió, ni más ni menos, que un expediente de excomunión. Pero ni corto ni perezoso, D. Pedro cogió su Vespa y, en un viaje de 8 horas por las carreteras de la época, se plantó en el Pardo, donde Franco le recibió. Así, en presencia de la mismísima Carmen Polo (que ya se estaría imaginando con un modelito), consiguió el beneplácito del dictador, que nos resultó más picarón de lo que nos imaginábamos. Allí por tanto, se empezó a usar el “dos piezas” antes que en ningún lugar de la Piel de Toro. Y os preguntaréis dónde entra Barakaldo en toda esta historia (aparte del cameo de mis padres al principio de la misma, cameo entendido como aparición breve de una persona en una película, no se me entienda mal). Pues en que, ni más ni menos, el Arzobispo de Valencia, el opuesto al bikini, era el barakaldés Marcelino Olaechea Loizaga, que ingresó en los Salesianos de Barakaldo en 1897, teniendo después una exitosa carrera eclesiástica, aunque todos nos veamos obligados a celebrar más su fracaso en el “affaire bikini”. Como curiosidad, si vais a Gandía, en el lateral exterior de su iglesia principal también hay una inscripción en piedra en la que se le recuerda con motivo de algún hecho religioso importante. Vamos, que mucha misa y en cambio ha quedado asociado para siempre a sitios tan castos como Gandía o Benidorm. Pero que nadie piense que aquí no se le honra. En nuestro pueblo el tramo de la carretera entre Larrea y Lutxana también tiene su nombre.
Os dejo, para acabar la foto que en la Wikipedia ha puesto un usuario llamado Dorio y en la que nuestro involuntario protagonista, don Marcelino, aparece riéndose. Ya me lo imagino pensando: “Ja, ja, pajarones. ¿Os queríais poner morados viendo muslos, verdad?”
(Escrito originariamente en 2016, pero que rescato hoy, día de San Valentín).
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