El Canal du Midi, o Canal del Mediodía, está al sur (lógicamente) de Francia y es Patrimonio de la Humanidad. Eran los tiempos del rey Sol, que ya sabéis que era hijo de vallisoletana y con toda la determinación que te da tener una recia (o regia) madre castellana, el Rey y sus técnicos se empeñaron en conectar el Atlántico con el Mediterráneo, evitando dar la vuelta a toda la península ibérica. La citada conexión no era USB, como podéis imaginar, sino que precisaba de un montón de exclusas, puentes, túneles y cantidades ingentes de agua para llenar un canal de casi doscientos cincuenta kilómetros. Eso no me lo bebo yo ni aunque sea gazpacho, que lo tomo sin sentir. Se empezaba en el Atlántico, metiéndose en la Gironda (Burdeos), subiendo por el Garoña (o por su canal), hasta Toulouse, y desde allí, por el Canal du Midi, enchufados hasta el Mediterráneo.
El diseñador fue el ingeniero Pierre Paul Riquet que, cosas del destino, después de quince años de trabajos, falleció un año antes de entrar en funcionamiento el canal en 1681. Al parecer, curraron en dicha construcción doce mil obreros, en buenas condiciones para la época (se ve que no les pagaron en euros, que si no...).
Transcribo unos datos técnicos que dan escalofrío de solo pensar en cuánto trabajo supusieron.
Valores medios: Profundidad de dos metros, con un ancho de veinte metros en superficie y once en el fondo. Multiplicáis por doscientos cincuenta kilómetros y ya tenéis la mayor obra de su siglo. En el camino hay que atravesar ciento veintiséis puentes, otros siete puentes sobre agua, sesenta y tres esclusas y seis presas. Desde luego no podemos llamarlo canalillo, no.
Su punto más alto está a ciento ochenta y nueve metros sobre el nivel del mar, altura que debe descender para llegar al Mare Nostrum. En ese punto cruza entre las cuencas atlántica y mediterránea.
Los barcos no eran a vela y tampoco a motor, que no se había inventado. Eran, como se decía, a tracción de sangre, es decir, tirados por caballos que los remolcaban desde la orilla.
El depósito de agua principal era de seis millones y medio de metros cúbicos. ¿No me creíais cuando os he dicho que no era capaz de bebérmelo?
La llegada del tren apagó la gloria del canal, que ahora es meramente turístico. No obstante, por ejemplo, las exclusas de Fonséranes, que luego os muestro en fotos, son atravesadas por unos diez mil barcos al año. El rato que estuvimos allí, hace cinco años, solo contamos ocho o nueve, pero me voy a creer el dato, lo mismo que os tendréis que creer que en 2005 me bebí doscientos litros de gazpacho, que igual tiene más mérito.
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Contiguo a las esclusas de Carcassonne se ensancha a modo de puerto interior y zona de espera (y supongo que de abono del paso). |
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Puente con paso de barcos por encima del río. Beziers. |
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Llenándose una de las esclusas de Carcassonne. |
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Una de las esclusas de Beziers, apunto de abrirse. |
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Mural en Beziers, con la efigie de Riquet y un dibujo de las cercanas esclusas. |
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La batería de esclusas de Fonseranes (Beziers) desde abajo. No deja de ser una escalera de agua. |
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La longitud de los barcos está limitada a la longitud de las exclusas. |
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El canal en Carcassonne |
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