MISIÓN HUMANITARIA EN BURGOS

Unos se levantan pronto a preparar el desayuno. Otros están las horas del almuerzo sirviéndote mientras se pierden la película del comienzo de la tarde, o, lo que es peor, la retransmisión de la Milán-San Remo o la Paris-Roubaix, por ejemplo. Ni te cuento los que bien entrada la noche, en vez de estar con sus familias o amigos, están al quite para emplatar con gusto la comanda de la mesa doce. Como veis, personas muy necesitadas de que se les reconozca el esfuerzo que hacen mientras otros estamos ociosos. Por eso, para repartir una buena ración de reconocimiento, hemos montado este fin de semana una expedición a Burgos, ciudad a la que llevábamos tres años sin ir (por culpa del bicho, que si no...). Se ve que en esos tres años, hemos acumulado hambre suficiente y no hemos reparado en reconstituirnos como es debido. El objetivo no era incompatible con mantener los porcentajes vitales en sus justos valores, y, a pesar de la rica variedad de viandas que han ingresado en nuestro organismo, podemos decir con orgullo que seguimos manteniendo el 71% de agua en nuestra composición. Sí, ya sé que no es lo mismo destilar un 5% de líquido elemento de brócoli que de cordero lechal. De eso se trata, de dejar el brócoli para los corderos y nosotros nos ahorramos un paso. Os contaría que también hemos hecho vida cultural, pero los de Patrimonio Nacional no dejaban sacar fotos de las salas del Monasterio de las Huelgas o, esta misma mañana, tampoco dejaban fotografiar el interior de la Puerta de Santa María, donde hay un enorme mural del burgalés Vela Zanetti (que tiene otro todavía más grande en la mismísima sede de la ONU en Nueva York) y donde también había una muy interesante exposición de Peridis. Unos buenos paseos para asimilar el alimento y el conocimiento y vuelta a casa. Dejamos constancia gráfica de algunos hitos para que aumentar la credibilidad, más aún si cabe, de nuestras palabras.

Por cierto, sirvan estas palabras para homenajear sinceramente al gremio de la hostelería.


Ahí donde lo veis, hace no tanto correteaba por un prado.

Dos versiones de alimento embuchado que han acabado en el buche. 

El maestro fogonero. ¡Más madera!

A esto en Burgos lo llaman alpargatas. Nunca vuelvo descalzo.

Aunque no había buena luz para la foto, se puede identificar una ración de churros para dos. No ha sobrado.

Ya lo pone la pizarra. Esa bebida exigía complementarla para cobrar pleno sentido.

Una racioncita de bacalao en tempura ha cumplido la misión encomendada anteriormente.

Ayer no pudo ser, pero con esta sopa castellana he restituido lo que me faltaba para el 71% citado.

Exterior del Monaterio de las Huelgas.

Claustrillo de las Huelgas. No tenemos de los fantásticos interiores. Hay que verlos.

Solera multicentenaria la de la Universidad de Burgos.

Pues ésta, después de ocho siglos, sigue deslumbrando.

El de Burgos, otro ayuntamiento más al que ponen verde.

Tremendo retablo de alabastro en la iglesia de San Nicolás, al lado de la catedral.

Y salimos de Burgos, si no por la puerta más grande, sí por la más bonita. En un año tenemos que volver, a más tardar.




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