EL CHACACHÁ DEL TREN

Mocedades, en aquel tema, aludía dulcemente al chacachá del tren. Pero Enrique y Ana, en otra canción infantil de las suyas, decían que el tren se iba chin chin pom pom haciendo ruido. Y claro, uno no se aclaraba cuál era el verdadero sonido. A aquellos dos trenes, sin que ninguna de las dos canciones lo dijera, les atribuí en mi mente una melancólica tracción a vapor. La cosa quedó ahí candente, provocándome reiteradas noches de insomnio. ¿Quién es el guapo que se duerme mientras percute en su cerebro un continuo chaca pom pom chin chin chachachá? ¡Un no vivir! Por fin, ya avanzado el siglo XXI, monté en un tren a vapor movido por una locomotora del siglo XIX, poniendo al límite mis conocimientos de números romanos, dicho sea de paso. El convoy iba tirado por la Aurrera, que es una de las joyas del Museo del Ferrocarril de Azpeitia y salió pitando, nunca mejor dicho, hacia Lasao. Tan contento iba haciendo fotos y mirando todo que, cuando me bajé de vuelta en Azpeitia, no fui capaz de recordar nítidamente el sonido que hacía, quizás un vago chucuchucuchú. Podéis imaginar que cuando días más tarde oí que a Adelita la iban a buscar en un tren militar, me despreocupara totalmente del destino de aquella chica. Pero, ¿habrá vuelto?

Pongo una foto de aquel día, pero sabéis que las fotos no tienen sonido.



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