EUROVISIÓN Y OTROS EFECTOS LATERALES
Quien niegue que ver el festival de Eurovisión en la niñez era un gran acontecimiento, mentirá como un bellaco. Ya de entrada, veías la tele de noche, lo que en las familias más formales (como la mía) no era algo habitual si eras niño. Y estaban las canciones, pero para los que nos gustan las estadísticas (yo leía todos los días estadísticas a los nueve años -lo que aumenta lo ilógico de la mencionada prohibición televisiva nocturna-), lo que más atracción tenía era el momento de las votaciones. ¡Cómo olvidar el mítico "guayominí" (que resultó ser Royaume Uni, es decir, Reino Unido en franchute), con el que nos sorprendíamos, año tras año. O la cara de Quijote que se nos quedó cuando Betty Missiego perdió con los traicioneros votos que se les dieron a aquellos que cantaban “Abanibiapoepé”. Finalmente, de Remedios Amaya hablaremos en otra ocasión.
Dejamos la emotividad
aparcada y nos centramos ahora en que hoy vuelve el famoso concurso de la
canción a la tele. Dicen que los suecos son favoritos. Como casi todo en la
caja tonta (y en las estadísticas), las cosas no son lo que parecen, pues, de
entrada, los cantantes no son suecos, sino finlandeses, que se parecen en lo
rubio, pero hablan otro idioma igual de raro. Tampoco se puede decir que vayan
de modernos, pues para mí están claramente inspirados en “El Trío de la Bencina”,
una película alemana de 1930, cuando ni siquiera había Eurovisión. Pongo un par
de fotos ahí abajo.
Pero esta reflexión me
ha hecho preocuparme por la salud del primigenio trío y tengo malas noticias
para vosotros que los acabáis de conocer. No obstante, antes de que os
preocupéis más, también os tengo que decir que ninguno murió en la Segunda
Guerra Mundial. La pequeña historia de cada uno da para una entrada particular,
pero, aquí, con ánimo simplificador diremos que, uno de ellos, Willy Fritsch pronunció la primera frase del
cine sonoro alemán, “Estoy ahorrando para un caballo”, con lo que dejó
perplejos a los teutones, que en plena depresión económica reservaban sus
deflactados marcos para otras necesidades. También salió en la primera película
en color alemana, justo cuando las cosas empezaban a ponerse muy oscuras. Se apuntó
al partido de Adolfo, pero su amor, poco proclive al del bigote, se exilió en
cuanto pudo.
El segundo,
Oskar Karlweis, en la película trata de camelar a Lilian Harvey, que era justo
la novia de Willy, la que se piró de Alemania. Si os fijáis en el apellido de
Oskar, sospecharéis que era judío. En efecto, también tuvo que intentar pirarse
por su propio bien. Lo logró.
Formidable Iñaki
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